sábado, 7 de marzo de 2015

Muñequita (de Limitando con lo Fantástico)




“Ma-ña-na cam-pees-tre…” te paraste ahí, en medio de la explanada por la que la sala se derramaba hacia el jardín, “peer-fuma-da de azaha-ar” con un aire mezcla de Joan Baez diminuta, una versión mejorada de Celeste Carballo niña, pantalones de corderoy y bolsito kolla colgando en bandolera. Y tus trenzas, claro… “un go-rrión se es-capa de mi voz…..” no era el gorrión de tu voz lo que me sorprendió, me fascinó sentir la fuerza de tu espíritu venciendo el vacío del silencio expectante.
No olvidaré jamás ese invierno, tal vez porque fue un oasis en medio de nuestra vida de trashumantes, mejor dicho, en medio de nuestra trashumancia a través de la vida. Un descanso en “La Casona”, esa casa que pertenece –aún todavía- a la familia desde que el Capitán Manuel Pérez Padilla desembarcara en medio del verde lujurioso del pedemonte tucumano desde Cabrejas del Pinar hace seis generaciones. Esta es la casa y que cobijó a tu recontra tatarabuela Josefa Gabriela García Pérez, descendiente de los García de Valdez y de los Pérez de Padilla, mientras sobrevivía 20 años a la muerte presunta de su esposo, el Coronel José Ignacio Murga Brito, héroe de la independencia. “La Casona”, símbolo de la mixtura de la sangre española con la criolla,  se levantó desde el principio solitaria y altiva como correspondía a su alcurnia, detrás de altas rejas ahora oxidadas y dominando condescendiente la llanura hacia el este.
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“si la lu-na se ha ido a pa-se-aar…”, en ese instante la luna tucumana paseaba a través de los años, dueña de secretos y cómplice de historias, hasta quedarse parada contemplándote, muñequita.
Supe entonces, sin dudas, que no importa a qué te dedicaras, te abrirías camino y llegarías justo a la meta, muñequita de trenzas oscuras y ojos dulces. Aunque un canario desfallezca de pena en el rincón de la jaula, desahuciado por no tener tu atención y un conejo suave te recordara el momento de una pérdida dolorosa.
“Y el vien-to nos cuen-ta la his-to-ria de un luga-aar…”

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