viernes, 20 de marzo de 2015

Gestionar

Hicimos una buena gestión
–dijeron, satisfechos, los políticos-.
Era el fin del verano
y el amanecer de cada día encendía un sol radiante....
La señora caminaba por barrio norte
buscando la sombra de los naranjos,
compraba en verdulerías,
despensas
y farmacias con aire acondicionado.
Hacía solo treinta y tres grados centígrados
y noventa por ciento de humedad.
A la noche,
en algún momento de su sueño,
la lluvia se desplomaba sin piedad.
La señora de barrio norte
miraba por la tele lo que el agua, insolente, se llevó:
puentes, rutas, caseríos,
sueños de vida de pueblos enteros.
Al día siguiente, como siempre,
más de una familia soportaba sin casa,
sin techo, sin ventilador,
ni escuela, con barro y Aedes aegyptii,
sin agua potable,
ni verduras,
ni alimentos perecederos,
ni medicamentos,
más de treinta y tres grados
y 90 por ciento de humedad a la intemperie.
Pero no hay problema:
ya llega la campaña electoral
y se reparten colchones y chapas salvadoras.
Solo que poco a poco,
como quien no quiere la cosa, la paciencia muda
descubre que la dádiva no es su derecho
y hay algo que quiebra el círculo.
El derecho al trabajo
y a una casa segura,
a la educación, a decir basta
emerge silencioso de tanta inundación,
puente roto, desidia y olvido.
Tal vez hoy un gesto silencioso,
tal vez mañana las urnas digan basta.

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